De hecho, cabría imaginar que Draco Malfoy, el famoso personaje de Harry Potter, encarna a su manera estos rasgos de la Serpiente de Madera. La Serpiente, en su faceta más astuta, sabe aprovechar las situaciones para salir adelante, y eso es exactamente lo que hace Draco a lo largo de la saga. Su inteligencia, su capacidad para maniobrar en situaciones complejas y su ojo estratégico hacen de él una verdadera Serpiente. Podemos ver cómo Draco, a pesar de sus defectos, evoluciona a lo largo de los años, pasando de ser un joven arrogante a un adulto más reflexivo, preparado para tomar decisiones más matizadas. De este modo, representa a la perfección a la Serpiente de Madera: un signo de transformación, pero también de fuerza interior y adaptabilidad.